Publicado: 06/04/2022
Foto: Periódico Victoria
Resulta recurrente ver a niñas y niños de todas las edades murmurando palabrotas por cualquier motivo, frases como “me da la gana” y exabruptos que ponen en jaque a la familia. Remisos a acatar reglas u órdenes, estos chicos y chicas manifiestan una conducta francamente desaprobatoria. Muchas veces como reflejo del medio familiar en que crecen.
El respeto es un valor que permite al ser humano reconocer, apreciar y valorar las cualidades del prójimo y sus derechos. Se debe a todos, en especial a los mayores, familiares y maestros, por lo que deviene esencial para la mejor convivencia y armonía entre las personas y la sociedad en general. Cuando no se respeta, se anda a la desbandada, con total ausencia de deberes y derechos.
En opinión de expertos, niñas y niños pueden tener comportamientos irrespetuosos con sus padres como resultado de una frustración, para llamar la atención, porque copian un patrón de la realidad o para probar fuerzas. Si bien la situación puede constituir un espejo de repetición a una actitud aprendida de sus mayores. En cualquiera de los casos, revela soberbia, falta de valores y poca o ninguna educación. De hecho, resulta una conducta inaceptable y exige tomar medidas para cortar de raíz el problema y que no se repita.
En una época en que los padres son más permisivos de la cuenta, por aquello de ofrecerle a la descendencia todo lo que desean o por considerar erróneamente que estos son otros tiempos y la infancia en la actualidad es más “libre” y desprejuiciada. Entonces ¿cómo educarlos si no somos capaces de introducir en su agenda los códigos formales de comportamiento y, por tanto, no llegamos a ser ejemplo?
La relación con personas de diferentes edades y sabidurías, pasa por distintos puntos de vista y es entendible que así sea. La comunicación con hijas e hijos, por ejemplo, no es la misma que tendrían con otros adultos. De manera que sería contradictorio exigirle una forma de ser que no se corresponde con su propio modo de relacionarse con las personas. Lo que si no puede pasar es que se manifieste en forma “respondona” u ofensiva con las personas.
Niña y niño viven en constante proceso de aprendizaje y la intervención paterna y materna debe hacerse sentir por la firmeza del ejemplo, no por las amenazas o castigos. Son los progenitores, tutores y/o familiares cercanos los encargados de formar en ellos patrones educativos a imitar.
De hecho, la creación de un clima emocional favorable, afectivo y respetuoso es esencial para evitar que se críen en la hostilidad, el autoritarismo y el desacato. ¿Cómo hacerlo? ensañándole a mantener el control de sí mismo con su propio comportamiento, reconociendo al mismo tiempo su buena conducta, a la par que procuremos porque se valga de la palabra para expresar cualquier tipo de disconformidad que pueda sentir en vez de proyectarse inadecuadamente. Lo que si no podemos pasar por alto es que se dirija irrespetuosamente a ninguna persona sin tomar medidas.
En esta batalla sin cuartel que es el respeto que nos debemos y debemos a los demás, no puede haber nunca descanso a la hora de educar a hijas e hijos. Sobre esa base se asienta el propio comportamiento infantil para con la familia y la sociedad.
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